Tengo una vena sádica que me pone muy cachonda,
y puede que ese haya sido mi gran error, amarte a ti primero para luego amarme, y no sabes lo jodido que es ver mi alma rota escondida en una esquina mientras mira fijamente la puerta pensando que volverás.
Veo la sangre seca que dejaste en mi cama, en mi camiseta y no las lavo, porque aún huele a ti.
Duele, no porque sea duro sino porque fingir es cosa de uno y parece que nos pusimos de acuerdo los dos.
Es triste y sofocante el olor que dejas cuando quemas un libro, o una página de la que te quieres olvidar.
Pero fingir no es dolor, sino complicidad y la verdad es que ansío.
Ansío estar viva, pero también muerta porque los llantos solo producen en mi un triste cosquilleo que termina en orgasmo.
Tu boca se llena de sangre.
Sangre de mi alma, de mi cuerpo roto, pero no de los golpes, ni de las caídas porque eso me gusta.
Mi mayor error fue no haberte conocido, porque escribo para un anónimo que me dejó marcada sin ni siquiera conocerme.
Y me duele.
Me duele porque no tengo vía de escape, y el suicidio no es una opción; porque no tengo las pelotas para tirarme desde la buhardilla sin romper el suelo.
La bebida me agota.
Me agota al igual que una sesión de sexo, porque el amor no me llena, y para mi es algo tan triste e incoherente que sigo sin encontrar la razón por la cual todos lo padecen, es solo un sentimiento.
Duele.
Duele pero me gusta porque tengo una vena sádica que me pone muy cachonda.
Y puede que aguarde pacientemente mi final, pero mientras tanto voy a ver si me rompo algún hueso.
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